El mundo se unió en un último adiós al Papa Francisco el sábado pasado, en una ceremonia fúnebre que trascendió las fronteras religiosas y políticas. La Plaza de San Pedro, con una capacidad para 40.000 personas, se desbordó con cerca de 200.000 fieles, quienes se congregaron desde la madrugada para rendir homenaje al difunto Pontífice. La Vía de la Conciliación, la gran avenida que precede a la Plaza, también se llenó de una multitud inmensa, creando un mar de rostros conmovidos. Las pantallas gigantes instaladas a lo largo de la zona permitieron que quienes no pudieron acceder a la plaza pudieran participar de la misa. La ceremonia, presidida por el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, fue un emotivo recorrido por la vida y el legado del Papa Francisco. Se destacaron sus constantes llamados a la paz y a la justicia social, su cercanía con los más necesitados, y su apertura a un diálogo inclusivo. El Cardenal Re lo describió como un Papa que estuvo "en medio de la gente, con el corazón abierto hacia todos", recordando su compromiso con los marginados y su lucha incansable contra las guerras e injusticias. Las oraciones de los fieles, pronunciadas en diversos idiomas, incluyendo el chino por primera vez en un funeral papal, resaltaron la universalidad de su mensaje. El evento también marcó un encuentro histórico entre líderes mundiales. La presencia del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, junto al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, generó gran interés. Ambos mandatarios mantuvieron una reunión "muy productiva" antes del funeral, según información de la Casa Blanca, reforzando la significancia del evento como escenario diplomático. Asimismo, la participación de numerosos jefes de Estado y de Gobierno, incluidos reyes y reinas de diversas naciones, evidenció la trascendencia global de la figura del Papa Francisco. La asistencia masiva al funeral, observada por millones a través de las transmisiones en vivo, se interpretó como un mensaje a los cardenales que elegirán al próximo Pontífice. La inmensa demostración de afecto hacia Francisco sugiere una preferencia por un líder espiritual que continúe con su legado de cercanía, inclusión y compromiso social. La misa, seguida del traslado del féretro a la basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco reposará según su deseo, culminó un día histórico que selló el fin de un pontificado memorable. La seguridad fue máxima, con un importante despliegue policial y de Protección Civil, demostrando la enorme escala del evento y la necesidad de resguardar a los millones de personas involucradas, tanto presencial como virtualmente. Este despliegue de fuerzas se extendió al centro de Roma, afectando el tránsito y las actividades cotidianas para facilitar el funeral y el recorrido del cortejo fúnebre.