Las lágrimas de Piqué: ¿Más importante que la declaración?

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El llanto de Gerard Piqué tras declarar por el caso de la Supercopa de Arabia Saudí eclipsa el contenido de su testimonio. Un análisis sobre la importancia del gesto y la manipulación mediática.

La noticia del viernes no fue solo la declaración de Gerard Piqué como investigado por el contrato de la Supercopa de España celebrada en Arabia Saudí. La imagen que recorrió el mundo fue la de un Piqué con los ojos llorosos, visiblemente emocionado a su salida del juzgado. Este hecho, más que el contenido de su defensa –que, por cierto, se filtró rápidamente a los medios a pesar de la supuesta confidencialidad del proceso judicial–, se convirtió en el titular principal de la mayoría de los periódicos. Pero, ¿por qué la reacción emocional de Piqué eclipsa la sustancia de la investigación? ¿Qué nos dice esto sobre la sociedad actual y el consumo de noticias? El artículo del diario EL PAÍS, escrito por Manuel Jabois, destaca precisamente este aspecto. Jabois argumenta que la emoción pública, especialmente en un contexto social tan polarizado y “deconstruido” como el actual, se convierte en una noticia en sí misma. Las lágrimas de un hombre, rico, famoso y joven como Piqué, generan una reacción inusual. Y esto nos plantea una cuestión crucial: ¿por qué damos tanta importancia a la expresión pública de emociones, especialmente cuando se trata de personajes públicos? La comparación con otros casos, como el eufemismo empleado en la prensa para referirse al llanto (utilizando “emocionar” en vez de “llorar”), o la atención mediática a la “expareja” de un político, refuerza esta idea. El lenguaje periodístico, en ocasiones, funciona como una herramienta de manipulación, suavizando los hechos para causar un determinado impacto emocional en el lector. Jabois se adentra en su propia experiencia personal con las emociones, reconociendo que las lágrimas pueden surgir por causas aparentemente triviales mientras que asuntos más graves pueden dejarlo impasible. Este contraste refuerza su argumento: la respuesta emocional no siempre es un reflejo directo de la importancia objetiva de los hechos. En el caso de Piqué, las lágrimas, aunque genuinas, podrían interpretarse como una estrategia para generar empatía y desviar la atención del núcleo del problema: las millonarias comisiones recibidas por su empresa, Kosmos, por intermediar en el acuerdo con Arabia Saudí. Su declaración, filtrada a la prensa con una celeridad que contrasta con el secretismo que suele envolver estos procedimientos judiciales, añade otra capa de complejidad a la situación. La afirmación de Piqué de que “en otro país le habrían hecho una estatua” por este acuerdo, contrasta con la percepción general de que dichas comisiones son sospechosas, si no directamente ilegales. En conclusión, el llanto de Piqué, si bien es un hecho real y humano, se ha convertido en un elemento distractor. La verdadera noticia no reside en la emotividad del exfutbolista, sino en la investigación en curso sobre presunta corrupción y la manera en que los medios de comunicación, tanto con su lenguaje como con la selección de los hechos que se enfatizan, moldean la narrativa pública. La pregunta que queda abierta es: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a dejarnos llevar por las emociones a la hora de evaluar los hechos y juzgar las acciones de los personajes públicos?
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