Hace unos días, un entrañable amigo me comentó que, junto a su familia, revivió la experiencia de ver 'Qué Bello es Vivir'. La historia de George Bailey le había regalado, una vez más, razones para seguir adelante. El filme de Frank Capra, más allá de su indudable valor como clásico cinematográfico, ofrece una lección poderosa: la importancia de perseguir nuestros sueños, a pesar de los obstáculos. El idealismo, sin embargo, no basta; se necesita acción, trabajo constante para convertir los sueños en realidad.
El cine, desde diferentes ópticas, puede influir notablemente en nuestra disposición a adoptar un enfoque holístico y espiritual de la vida. Obras como 'Ángeles con caras sucias', 'Cinema Paradiso', 'La vida es bella', 'Forrest Gump', 'La sociedad de los poetas muertos', 'Sueños de fuga', y 'En busca de la felicidad', entre otras, nos transmiten un mensaje claro: 'No te rindas, tú puedes, tienes una misión'. Pero la realidad, inevitablemente, supera a la ficción.
Si bien el cine nos sublima y eleva, solo nos ofrece un esbozo. Si no emprendemos acción, nuestras ilusiones se desvanecerán. ¿Debemos entonces ver una película inspiradora cada hora para mantener la motivación? No se trata de eso. La riqueza material es importante, pero no más importante que el tiempo. Uno de los mayores regalos que podemos darnos, y que nos hace verdaderamente ricos, es la capacidad de dar a los demás sin esperar nada a cambio. Un minuto de atención, una palabra de aliento, una sonrisa, pueden cambiar el día de alguien.
En un contexto limeño, a menudo desolador por la pobreza, la corrupción y la delincuencia, nuestra misión es afrontar la vida con optimismo. Solo a través de la generosidad y el altruismo encontraremos un liderazgo auténtico y un sentido a nuestra existencia. Este mensaje, inherente a 'Qué Bello es Vivir', cobra una relevancia especial en nuestra Lima Gris, donde la esperanza y la solidaridad son necesarias para construir un futuro mejor.
(Columna publicada en Diario UNO)