El contexto internacional y los cambios ideológicos en Sarmiento

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Domingo Faustino Sarmiento, figura clave de la Argentina, experimentó una transformación ideológica marcada por el contexto internacional. De socialista a liberal, su viaje intelectual refleja las influencias de Francia y Estados Unidos.

A fines del siglo XVIII se produjeron una serie de cambios importantes para la historia de la humanidad, tantos que los historiadores ubican en torno a uno de ellos, la Revolución Francesa ocurrida en 1789, el inicio de una nueva era: la Edad Contemporánea. Pero es esencial que este acontecimiento no eclipse lo ocurrido en el bienio 1775-1776. En 1775 se realizó por parte del escocés James Watt el ensayo con éxito de la máquina a vapor que se aplicaría al desarrollo industrial, y en 1776 se produciría la independencia de los Estados Unidos y la publicación de un libro destinado a marcar una época; su autor fue otro escocés, Adam Smith, y el título con el que se lo conocería fue “La riqueza de las naciones”.

Sin duda, cada uno de esos acontecimientos trajo cambios significativos por sí mismos, pero la combinación de dos de ellos, la Revolución Industrial y la obra de Smith, generaron una profunda transformación económica en Europa y en el mundo, la época del liberalismo económico, tan celebrada como cuestionada.

Las reacciones a ciertas consecuencias negativas de la revolución industrial, sin duda no queridas por Adam Smith, no se hicieron esperar. Así surgió una serie de autores socialistas que generaron una amplia producción teórica y propuestas prácticas para regular el capitalismo y el modo de producción industrial, pero muchas de estas propuestas eran de difícil aplicación y de dudoso resultado, por lo que a este conjunto de autores Karl Marx los llamaría peyorativamente “socialistas utópicos”, para diferenciarlos de su socialismo presuntuosamente autodenominado “científico”.

Este socialismo utópico buscaba luchar contra la consideración individualista del hombre y tuvo inicialmente dos grandes representantes: Claude-Henri de Rouvroy -conde de Saint-Simon- y Pierre Leroux, personajes que influirían con sus ideas a las élites intelectuales de nuestro país, como sería la Generación del '37.

Saint-Simon estaba convencido que las necesidades de la clase trabajadora debían ser reconocidas y satisfechas mediante una nueva reorganización social, la que habría de conducir hacia una nueva sociedad y un nuevo Estado. Este nuevo Estado tendría que estar dirigido por los “industriales”, ubicando en este grupo a los científicos, los artistas, los dueños de los capitales y a los intelectuales, grupo que debía sustituir a los líderes del antiguo orden social conformado por los nobles, las elites eclesiásticas y los explotadores.

Uno de los continuadores de esas iniciales ideas socialistas, y probablemente el más radical y transformador de todos, fue Charles Fourier, considerado entre los padres fundadores del cooperativismo. Crítico del liberalismo y del nuevo capitalismo, Fourier era un enemigo declarado del crecimiento de la vida urbana que la industrialización generaba. Pero no se detuvo allí, sus dardos también se dirigieron al concepto de familia tradicional por considerar que reproducía un modelo de poder patriarcal que se debía eliminar. Buscando alternativas al liberalismo, propuso crear comunidades autónomas de producción y consumo a las que llamó falanges o falansterios, que estaban basadas en el cooperativismo, la autosuficiencia, la inexistencia de clases sociales, la igualdad entre el hombre y la mujer, la no contemplación de la “limitante” moral cristiana y el amor libre; todo en un contexto de lo que él denominaba la realización de las “pasiones individuales”, las que al ser desarrolladas por todos los miembros de la comunidad construirían un estadio que denominaba “armonía”. Sus seguidores, convencidos de la potencial realización de esta utopía, crearon falansterios como el de “La Reunión” -en Texas- y “La Falange Norteamericana” -en Nueva Jersey- a mediados del siglo XIX, pero ambos fracasaron con el recambio generacional.

Estas ideas del socialismo utópico pregnaron con fuerza en los jóvenes de la Generación del '37, que crearon en 1838, de la mano de Marcos Sastre y Esteban Echeverría, la “Asociación de Mayo” o “La Joven Argentina”, por imitación de asociaciones similares como la “Joven Alemania” de Heinrich Heine y la “Joven Italia” de Giuseppe Mazzini.

Sastre y Echeverría encabezaban un grupo mucho más grande integrado por Alberdi, Mitre, Cané, Lamas y un jovencísimo Domingo Faustino Sarmiento, entre otros, todos influenciados por el socialismo saint-simoniano que se vio reflejado en la famosa obra de Echeverría llamada “El Dogma Socialista”.

Sin duda, el socialismo utópico de raíz francesa fue la primera gran ideología a la que se aferró el sanjuanino. Daniel Zalazar, un biógrafo de Sarmiento a partir de sus ideas, rescata que en 1842, en una columna en el diario “El Mercurio” de Chile, se declaraba socialista influenciado por Leroux. En ella escribía: “Hemos sido siempre y seremos eternamente socialistas, es decir, haciendo (…) concurrir el arte, la ciencia y la política. O lo que es lo mismo, los sentimientos del corazón, las luces de la inteligencia y la actividad de la acción, al establecimiento de un gobierno democrático fundado en bases sólidas, en el triunfo de la libertad y en todas las doctrinas liberales, en la realización, en fin, de los santos fines de nuestra revolución.”

Cuando en 1846 emprende su viaje a Europa, Sarmiento ya se encontraba próximo a abandonar sus ideas socialistas. Sin embargo, en el barco que lo transportaba se encontró con Jean-Baptiste Eugène Tandonnet, un discípulo de Fourier con el que sostuvo largas conversaciones. Tras esas charlas le escribe una carta a su amigo Carlos Tejedor en la que le comentaba, en parte irónicamente, que en el redescubrimiento del “falansterismo”, del “fourierismo”, del “socialismo” se hallaban las formas de superar las diferencias entre los privilegiados y los proletarios, y donde reconocía la existencia de la plusvalía sin mencionarla como tal. En esa época Sarmiento había comprendido que, por más loables que fueran los esfuerzos del socialismo por mejorar la suerte de los desposeídos, esta ideología no contemplaba el devenir histórico, la evolución de la conciencia humana o la realidad social, por lo que estaba destinada al fracaso.

Llegado a Europa, las estadías de Sarmiento en Francia le significaron una gran decepción. A lo defraudado que se sintió por la forma de gobierno -era una monarquía constitucional sin derecho al voto universal- le sumó las críticas al ejecutivo francés por sus vínculos con Juan Manuel de Rosas y calificó a los políticos de ese país como “animales de dos patas” y de ser dirigentes y oradores sin ideas. El educador abandonó Francia absolutamente desafrancesado y alejado completamente de la influencia ideológica recibida, incluso de las ideas socialistas.

El cambio definitivo, el final de la transición ideológica, le ocurrió cuando llegó a los Estados Unidos. Allí trocó el utopismo socialista de cuño francés por el individualismo anglo-norteamericano. El ímpetu por el desarrollo y el progreso constante en el gigante del norte lo llevaron a creer que las democracias generan los gobiernos fuertes que los pueblos demandan; que la educación debe ser generalizada; que se deben ocupar todos los espacios geográficos, al tiempo que deben ser modificados por el progreso industrial para beneficio de la sociedad y que las tierras son productivas solo si se las entregan a personas que tengan la determinación de trabajarlas. Entiende que los planteos socialistas han sido superados por el individualismo liberal que, en el marco de su egoísmo, permite el crecimiento nacional, resuelve mejor las demandas sociales y genera una nueva realidad.

Este contexto lo va a impactar profundamente al punto de manifestar su necesidad de imitarlo, como lo plantea en “Argirópolis”, su obra utópica por excelencia y puntapié para el nacimiento de una geopolítica nacional antes que exista el término y el concepto. Pero no termina allí la influencia de la realidad estadounidense, la misma lo continuará marcando a fuego cuando vuelve a aquél país para ser Ministro Plenipotenciario entre 1863 y 1868.

Luego, siendo ya presidente, girará hacia el republicanismo a ultranza y el conservadurismo liberal, aunque con fuertes críticas hacia Gran Bretaña, hacia los capitales británicos y hacia el acercamiento que los primeros gobiernos argentinos de la Generación del '80 tuvieron con aquél país. Pero esa es otra historia.

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