En nuestras sociedades, el punto de vista masculino ha sido considerado como el universal, lo cual tiene consecuencias en diversos ámbitos de la vida cotidiana.
La influencia androcéntrica en nuestras sociedades es un fenómeno que pervive hasta el día de hoy. Esta mirada centrada en el hombre como medida del mundo otorga su punto de vista como el universal, dejando poco espacio para otras perspectivas y perpetuando desigualdades de género.
El androcentrismo se evidencia en distintos ámbitos de nuestra vida cotidiana. En la política, por ejemplo, los roles de liderazgo, poder y toma de decisiones están mayormente ocupados por hombres. Aunque esto ha ido cambiando en los últimos años, aún persisten barreras que dificultan la participación plena de las mujeres en estos espacios.
En el ámbito laboral, la brecha salarial entre hombres y mujeres es una manifestación clara de la influencia androcéntrica. A pesar de los avances en legislación y políticas de igualdad, las mujeres siguen percibiendo salarios inferiores por el mismo trabajo realizado por hombres. Además, muchas veces se les asignan roles estereotipados y se las excluye de oportunidades de ascenso y desarrollo profesional.
La educación es otro ámbito en el que se reproduce el androcentrismo. Los libros de texto, contenidos escolares y métodos de enseñanza suelen reflejar una visión sesgada de la historia y la cultura, invisibilizando el aporte de mujeres y otros grupos marginados. Esto perpetúa estereotipos de género y dificulta el desarrollo de una conciencia crítica en los estudiantes.
Es crucial que tomemos conciencia de esta influencia androcéntrica en nuestras sociedades y trabajemos en cambiarla. Para lograrlo, es necesario fomentar la participación activa de las mujeres en todos los ámbitos, promover la igualdad de oportunidades y cuestionar los estereotipos de género arraigados en nuestra cultura.
Las políticas públicas y los cambios legislativos son herramientas fundamentales para avanzar en esta dirección. Es necesario impulsar medidas que garanticen la equidad de género, como la implementación de cuotas de participación femenina en espacios de poder y la promoción de programas de capacitación y empoderamiento.
Asimismo, es fundamental la educación en igualdad de género desde edades tempranas. Los contenidos curriculares deben reflejar la diversidad y promover una visión inclusiva y no sesgada, poniendo en valor los aportes de todas las personas, independientemente de su género.
Vivir en sociedades androcentristas no es deseable ni justo. Todos y todas tenemos el derecho de tener voz y voto en la construcción de nuestras sociedades. Es hora de cuestionar y cambiar el statu quo, en pos de una sociedad más igualitaria y justa para todas las personas.