La historia de superación del tenista argentino Mariano Navone, quien recorría más de 100 kilómetros al día para entrenar y ahora se enfrenta a Jannik Sinner en su regreso al circuito. Un relato de sacrificio, esfuerzo y la búsqueda incansable de un sueño.
Mariano Navone, un nombre que comienza a resonar en el mundo del tenis. Su historia no es la típica de un tenista profesional que se cría en un club con acceso a las mejores instalaciones. Nacido en 9 de Julio, Buenos Aires, a más de 250 kilómetros de la capital, Navone tuvo que recorrer un camino excepcionalmente difícil para llegar a donde está. Su relato es una lección de perseverancia y dedicación.
Desde joven, la pasión por el tenis lo impulsó. A los tres años empuñó por primera vez una raqueta y, a los 15, ya enfrentaba el desafío de viajar más de 100 kilómetros diariamente, desde su ciudad natal hasta Junín, para entrenarse. Una hora y media de viaje en transporte público, ida y vuelta, todos los días, durante dos años, antes de mudarse finalmente a Buenos Aires a los 17.
Este esfuerzo titánico no fue solo físico, sino también económico. Proveniente de una familia trabajadora, el apoyo familiar y el patrocinio de la empresa láctea Aurora, donde trabajan sus padres, fueron fundamentales para que pudiera financiar sus viajes, torneos y entrenamiento. Pero el sacrificio fue monumental, contando cada peso, economizando en cada aspecto de su vida.
El artículo de Infobae del 10 de mayo de 2025 profundiza en la historia de Navone, revelando los detalles de su lucha. No se trata solo del trayecto físico, sino también del emocional y familiar. Sus hermanas sacrificaron parte de su apoyo económico para que él pudiera participar en torneos G1 y G2, sin garantías de éxito futuro. Sus padres, amantes del tenis, lo apoyaron incondicionalmente, compartiendo la pasión y el esfuerzo.
La entrevista con Navone revela una personalidad alegre y resiliente. A pesar de las dificultades, siempre mantuvo una sonrisa, incluso en los momentos más duros. Habla de la importancia del humor para afrontar los desafíos de la vida, incluyendo las desventajas y la presión de competir a nivel profesional. Reconoce el coste de su carrera: la pérdida de cumpleaños, fiestas y eventos sociales propios de la adolescencia.
Navone también muestra su lado más sensible, hablando de la emoción que le causan sus vínculos familiares y las pérdidas que ha sufrido. Su abuelo, por ejemplo, a quien acompañó en sus últimos momentos tras su vuelta de Roland Garros, dejando un recuerdo emotivo que lo conmovió profundamente.
El tenista reflexiona sobre lo que le falta: adquirir mayor firmeza y seguridad, tanto personal como en la cancha, sin perder su alegría y su empatía por su equipo. Desea encontrar un equilibrio, reconociendo la necesidad de ser más asertivo y defenderse contra las presiones externas. Actualmente trabaja en terapia para lograr este objetivo, siendo consciente de que sin confianza propia, es difícil destacarse en este exigente deporte.
Su próximo desafío: enfrentar a Jannik Sinner, número uno del mundo, en su regreso al circuito tras una suspensión de tres meses. Un enfrentamiento que representa no solo una oportunidad deportiva, sino la culminación de años de sacrificio, un hito en el camino que este tenista argentino ha recorrido con perseverancia, resiliencia, y una inagotable sonrisa.