El sábado 26 de abril de 2025, el Rey Felipe VI protagonizó una jornada frenética que pasará a la historia. Comenzó su día en Roma, asistiendo junto a la Reina Letizia al funeral de Estado del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. El evento, con la presencia de numerosos representantes de monarquías de todo el mundo, fue un momento de solemnidad y recogimiento para despedir al líder de la Iglesia Católica. Tras el emotivo funeral, el Rey emprendió un viaje apresurado a Sevilla. Su siguiente cita era de índole completamente diferente: presidir la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Real Madrid. Este superclásico del fútbol español, disputado en el estadio de La Cartuja ante más de 70.000 espectadores, representaba un desafío logístico y una muestra de la diversidad de roles que cumple la monarquía española. La llegada de Felipe VI a Sevilla fue seguida en directo por las televisiones. Imágenes de su llegada al estadio mostraron un recibimiento protocolario por parte del presidente de la RFEF, Rafael Louzán, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, en compañía de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, y la ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría. Desde su palco en el estadio, el Rey presidió el partido, escuchando el himno nacional con fervor y siguiendo con atención el desarrollo del encuentro, marcado por la gran expectación y las controversias arbitrales previas. Incluso antes del inicio del partido, se ofreció un espectáculo visual impactante con un hombre sobrevolando el césped con un dron portando la Copa. El día de Felipe VI, entre la solemnidad del Vaticano y la pasión del fútbol en Sevilla, es un ejemplo de la compleja agenda que un jefe de estado debe afrontar, balanceando sus deberes de representación institucional con la participación en momentos tan significativos para la sociedad española. Este día resalta la versatilidad y la exigencia del papel de la monarquía en la vida pública.