Analizamos en detalle el impactante estreno de la segunda temporada de 'The Last of Us', explorando las consecuencias de la mentira de Joel, la fragilidad de la paz en Jackson y la introducción de nuevos personajes clave. Un análisis que profundiza en las complejidades emocionales y narrativas de la serie.
La segunda temporada de 'The Last of Us' no arranca con un explosivo cliffhanger, sino con la quietud inquietante de una mentira. Cinco años después de los eventos de la primera temporada, Ellie y Joel se encuentran en Jackson, Wyoming, una comunidad aparentemente pacífica que esconde tensiones latentes. La mentira de Joel sobre los eventos en el hospital de Salt Lake City, un acto de amor egoísta que salvó a Ellie pero condenó potencialmente a la humanidad, es el catalizador de esta nueva entrega. Este silencio cargado de culpa es la bala que impacta en la relación de ambos, dejando un vacío que la serie explora con maestría.
El escenario cambia. El mundo post-apocalíptico ya no es el único foco; la serie se centra en las dinámicas interpersonales, en cómo la paz relativa de Jackson —una comunidad funcional, pero a la vez frágil en su aislamiento— se convierte en un microcosmos de los conflictos humanos. La influencia de las experiencias de Neil Druckmann al crecer en Israel es palpable, reflejando la naturaleza profundamente humana del odio y la venganza. La estabilidad de Jackson se presenta como una ilusión; un asentamiento fronterizo vulnerable a las amenazas externas e internas.
Ellie, ahora una joven adulta, se ha distanciado de Joel. Su entrenamiento como francotiradora y su relación con Dina y Jesse, nuevos personajes esenciales, revelan su necesidad de propósito, un propósito que la mentira de Joel le robó al privarla de la posibilidad de convertirse en la clave para una cura. La serie explora con sensibilidad el dolor de Ellie, su búsqueda de identidad y su creciente resentimiento hacia Joel por haberla privado de esta finalidad.
Joel, por su parte, se debate entre la culpa y la necesidad de proteger a Ellie. Su búsqueda de terapia, con una memorable Catherine O'Hara como terapeuta, destaca el lujo de la introspección en un mundo donde la supervivencia era la única prioridad. La tensión entre la culpa y el amor paternal define su arco narrativo.
La introducción de Abby, personaje clave del juego, es inicialmente marginal en esta primera parte de la temporada. Su presencia, sin embargo, establece el tono de la venganza y la repercusión de las acciones de Joel. La temporada plantea la pregunta: ¿puede justificarse el amor a costa de la humanidad? ¿La venganza justifica la violencia? El episodio nos deja con la sensación de que esta es una temporada más introspectiva, una premisa para la exploración de los conflictos aún mayores que se avecinan.
Aunque la temporada se siente incompleta, como una ‘Parte I’, con algunos elementos sin desarrollar plenamente, sienta las bases para lo que promete ser una exploración más profunda de la moralidad gris, la venganza y las consecuencias devastadoras de las decisiones tomadas en un mundo devastado.