Memoria, Educación y el Nunca Más: Reflexiones sobre el 24 de Marzo y la construcción de una ciudadanía ética

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El 24 de marzo nos convoca a reflexionar sobre la memoria, la educación y la lucha contra la impunidad. Analizamos la importancia de la educación, tanto formal como informal, en la formación de ciudadanos éticos comprometidos con la justicia y la verdad.

El 24 de marzo de 1976 marca un hito doloroso en la historia argentina y la humanidad, un punto de inflexión que nos obliga a una reflexión profunda sobre la condición humana y el horror de la banalidad del mal. La dictadura cívico-militar no solo avasalló las libertades y los derechos fundamentales, sino que intentó borrar la memoria colectiva, un intento de control sobre el relato del pasado a través de la producción del olvido. Sin embargo, la resistencia a la amnesia se materializó en la denuncia temprana y su persistencia a lo largo de las décadas, permitiendo que hoy, generaciones posteriores, puedan comprender la magnitud de los crímenes cometidos por las juntas militares comandadas por figuras como Jorge Videla, Eduardo Massera y Leopoldo Galtieri. La frase 'algo habrán hecho', tan frecuente durante la dictadura, refleja la aceptación pasiva y la justificación de lo injustificable por parte de una parte de la sociedad. Esta banalización del mal se sustenta en un terreno cultural e institucional, y en la subjetividad de cada individuo. El terrorismo de Estado, con sus secuestros, torturas, desapariciones forzadas, asesinatos, robos de bebés y apropiación de bienes, fue una práctica sistemática y brutal. La respuesta del Estado ante el terrorismo fue infinitamente peor, superando en horror al terrorismo que combatía, tal como se señala en el prólogo del informe Nunca Más. El Estado burocrático autoritario, con su burocratización que devora los principios sagrados de un Estado al servicio de la sociedad, no fue una creación del 76 sino un problema de larga data que penetró la cultura e instituciones. En este contexto, la educación emerge como una herramienta fundamental para la construcción de una ciudadanía ética y comprometida con los valores democráticos. La educación, tanto formal como informal, es crucial para preservar la memoria, promover la verdad y exigir justicia. La educación formal debe abordar este período histórico con profundidad, analizando las causas y consecuencias del régimen dictatorial, pero también promoviendo el pensamiento crítico y la reflexión sobre los derechos humanos. La educación no formal, por su parte, tiene un potencial inmenso para fortalecer la formación ética, el acceso a información y el empoderamiento de la sociedad civil, como lo demuestran las organizaciones de la sociedad civil, reconocidas por la UNESCO como un apoyo fundamental para los sectores más desfavorecidos. El rol de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo es un ejemplo inspirador de resistencia y lucha incansable por la memoria, la verdad y la justicia. Su compromiso con la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos se ha convertido en un faro de esperanza y un legado educativo para las generaciones futuras. Su trabajo, tejiendo tramas de sentido en nuestras juventudes, es una labor educadora que resuena en el compromiso ético-político de construir un país más democrático, equitativo e igualitario. La educación no formal, con sus debates y la promoción de la participación ciudadana, contribuye a la transformación material y simbólica de la sociedad. En un mundo cada vez más complejo, dominado por algoritmos, redes digitales e Inteligencia Artificial, la educación debe fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de discernir en contextos inciertos. La defensa de una humanidad más humana, empática y colaborativa exige una educación que promueva el respeto a los derechos humanos, la memoria histórica y el compromiso con la justicia. El “Nunca Más” debe ser más que una frase: debe ser un compromiso permanente con la construcción de una sociedad justa y democrática.
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