La IA está revolucionando el mundo, y una de sus manifestaciones más sorprendentes es su capacidad para generar imágenes. OpenAI, la empresa detrás de ChatGPT, ha lanzado una nueva función que permite a sus suscriptores de pago transformar fotos en imágenes con el inconfundible estilo de Studio Ghibli, el aclamado estudio de animación japonés. La función, lanzada el martes pasado, ha inundado internet con imágenes de todo tipo: desde fotos de la tensa reunión entre Trump y Zelenskyy hasta imágenes familiares y de mascotas, todas con el encanto mágico de las películas de Miyazaki.
Incluso el CEO de OpenAI, Sam Altman, se unió a la tendencia, cambiando su foto de perfil de X (antes Twitter) por una versión suya al estilo Ghibli. Pero esta aparente innovación tecnológica ha desatado una ola de controversia. Muchos usuarios y medios de comunicación en Estados Unidos se preguntan: ¿ha utilizado OpenAI las obras protegidas por derechos de autor de Studio Ghibli sin permiso para entrenar su herramienta de generación de imágenes?
La pregunta no es baladí. Esta misma preocupación ya se planteó en una demanda presentada en abril del año pasado por ocho periódicos estadounidenses contra OpenAI y Microsoft. Los periódicos acusaron a ambas compañías de robar millones de sus artículos protegidos por derechos de autor sin permiso ni compensación para entrenar sus chatbots de IA generativa. El caso de Studio Ghibli presenta un paralelismo inquietante.
El atractivo innegable del estilo Ghibli, con su estética única y sus personajes emblemáticos, ha convertido a este estudio en un referente global. La capacidad de replicar ese estilo mediante IA plantea un dilema ético y legal complejo. ¿Es lícito utilizar obras protegidas por derechos de autor para entrenar una IA, incluso si el resultado final es una imagen nueva y original? ¿Cómo se protegen los derechos de los artistas y estudios de animación ante el avance imparable de la IA generativa?
La respuesta no es sencilla. La legislación sobre derechos de autor en relación con la IA aún está en sus primeras etapas de desarrollo, y existen diferentes interpretaciones sobre el uso de datos de entrenamiento. Mientras tanto, las imágenes estilo Ghibli generadas por IA continúan proliferando en internet, dejando a los artistas y a las compañías como Studio Ghibli en una posición vulnerable. La pregunta clave es: ¿hasta dónde puede llegar la innovación tecnológica sin pisotear los derechos de propiedad intelectual?
Este debate no solo afecta a Studio Ghibli. Se extiende a todos los artistas, escritores, músicos y creadores que ven sus obras utilizadas sin su consentimiento para entrenar algoritmos de IA. El futuro de la creación artística en la era de la IA depende, en gran medida, de la capacidad de resolver este conflicto entre innovación tecnológica y protección de los derechos de autor.
¿Qué opinas tú? ¿Es ética la generación de imágenes estilo Ghibli con IA? Comparte tu opinión en los comentarios.