La Superliga turca sigue hirviendo. El esperado derbi entre el líder, Galatasaray, y el Fenerbahçe de José Mourinho, culminó en un tenso empate a cero que dejó más preguntas que respuestas. El partido, arbitrado por el esloveno Slavko Vincic tras las recientes acusaciones de parcialidad hacia el Galatasaray, estuvo plagado de jugadas controvertidas que reavivaron el fuego de la polémica que envuelve al campeonato. Las tensiones previas al encuentro ya eran palpables. Las quejas reiteradas de Mourinho sobre un supuesto favoritismo arbitral hacia el Galatasaray, amplificadas por el incidente del partido entre el Adana Demirspor y el Galatasaray, donde un penalti discutido y la posterior retirada del Adana Demirspor del campo marcaron un punto de inflexión en el campeonato. El incidente, protagonizado por un gol de Morata tras un controvertido penalti, evidenció la fragilidad del sistema arbitral turco y la creciente desconfianza entre los equipos. Para intentar mitigar la situación y evitar futuras controversias, la decisión de recurrir a un árbitro extranjero, una medida excepcional no vista en 55 años, se presentó como una solución. Slavko Vincic, reconocido por arbitrar la final de la Champions League, fue el encargado de dirigir el encuentro. Sin embargo, lejos de calmar las aguas, su actuación alimentó la hoguera. El partido, en sí mismo, fue un encuentro táctico y sin muchas ocasiones claras de gol. Sin embargo, las decisiones de Vincic acapararon toda la atención. La anulación de un gol de Oguz Aydin para el Fenerbahçe en el minuto 14, por una supuesta falta previa sobre el portero Fernando Muslera, generó la primera ola de protestas. La jugada, revisada por el VAR, mostró un choque entre Muslera y Szymanski tras un despeje del arquero uruguayo. La decisión, a juicio de muchos, resultó controvertida. La controversia continuó con un posible penalti sobre Victor Osimhen por un empujón de Skriniar que el árbitro esloveno decidió no señalar, después de la revisión del VAR. A esto se sumó una mano de Aydin en su propio área, también sin penalti. La tensión se palpó en el campo y en las gradas, y las acciones del árbitro no hicieron más que exacerbar el ambiente ya inflamado. La segunda parte no fue menos accidentada. Un cabezazo de Alexander Djiku, que fue parado por Muslera, representó la ocasión más clara del Fenerbahçe. El partido se vio interrumpido por el lanzamiento de bengalas por parte de la afición, lo que provocó una breve pausa y un despliegue policial al final del encuentro para prevenir altercados. El empate a cero mantiene al Galatasaray en la cima de la tabla, con una ventaja de 6 puntos sobre el Fenerbahçe, pero la controversia arbitral continúa marcando el rumbo de la Superliga turca, dejando un amargo sabor de boca y la promesa de más capítulos en este apasionante y polémico drama.