La derrota de Novak Djokovic en la primera ronda del ATP 500 de Doha ante Matteo Berrettini ha generado un terremoto en el mundo del tenis. La contundente victoria del italiano, por 7-6 (4) y 6-2, no solo representa una sorpresa mayúscula, sino que ha desatado un debate sobre el declive del serbio y el cambio de paradigma en el deporte blanco.
Para muchos, esta caída recuerda a la era de Juan Martín Del Potro. No se trata solo de la inesperada derrota en primera ronda –un hecho poco común para Djokovic–, sino de la sensación de vulnerabilidad que proyecta. La última vez que Djokovic perdió en la primera ronda de un torneo fue en los Juegos Olímpicos de Río 2016, precisamente ante Del Potro, en una memorable batalla que se extendió por más de dos horas y donde el argentino desplegó un tenis excepcional. La derrota en Doha, aunque ante un oponente diferente, evoca esa misma sensación de un jugador que ya no es invencible.
La victoria de Berrettini es aún más significativa si consideramos su racha de siete derrotas consecutivas contra jugadores del Top 10 antes de enfrentarse a Djokovic. Romper esta racha, y hacerlo contra el propio Djokovic, habla de la excelente forma del italiano, pero también refleja un punto débil en la armadura del serbio. Berrettini supo explotar las debilidades de Djokovic, quien admitió no estar en su mejor nivel físico, aunque negó que las molestias físicas fueran la causa principal de la derrota. “No tuve ningún dolor o molestia, simplemente fui superado por un mejor jugador hoy”, afirmó Djokovic.
Sin embargo, la sinceridad del propio Djokovic es reveladora: “Las cosas no son como hace 10 o 15 años”. Esta declaración pone el foco en el factor edad y la acumulación de desgaste físico y mental que afectan a incluso a los mejores jugadores. A sus 36 años, Djokovic ha acumulado un palmarés impresionante, pero también ha pasado por varias lesiones y momentos de desgaste a lo largo de su prolífica carrera. La exigencia constante y la presión de mantener la cima lo han colocado en una situación donde, a pesar de su talento excepcional, ya no puede dar por sentado la victoria.
La derrota en Doha, sumada a la eliminación en semifinales del Abierto de Australia por lesión, pone de manifiesto la necesidad de Djokovic de replantear su estrategia a largo plazo. A pesar de su declaración de que “Todavía trato de dar mi máximo dadas las circunstancias”, el futuro del serbio necesita una cuidadosa evaluación de sus prioridades, incluyendo una mayor atención a la prevención de lesiones y una gestión más equilibrada de sus energías.
En resumen, la derrota de Djokovic en Doha es mucho más que un resultado aislado. Representa un punto de inflexión en la trayectoria del serbio, una posible transición de una era de dominio absoluto a una nueva fase donde la competencia es más reñida y la incertidumbre es la constante. El recuerdo de la era Del Potro, con sus momentos de brillantez y la capacidad de derrotar a los gigantes del tenis, sirve como una metáfora de la nueva realidad a la que se enfrenta Djokovic: un escenario donde la victoria no está garantizada, y donde la preparación y la constancia son tan importantes como el talento innato.