La sorpresiva derrota de Novak Djokovic en Doha ante Matteo Berrettini nos hace reflexionar sobre el declive del serbio y la influencia de la era dorada de Juan Martín Del Potro en su actual rendimiento.
La inesperada eliminación de Novak Djokovic en la primera ronda del ATP 500 de Doha, a manos de Matteo Berrettini, ha generado un terremoto en el mundo del tenis. La derrota, por 7-6 (4) y 6-2, no es simplemente otra derrota en la larga y exitosa carrera del serbio; representa un punto de inflexión, un recordatorio de la fragilidad incluso de los más grandes. Esta caída nos lleva a un análisis más profundo, conectando la actualidad de Djokovic con un pasado que marcó una época: la era de Juan Martín Del Potro.
Para entender la magnitud de la derrota en Doha, debemos contextualizarla. Es la primera vez que Djokovic pierde en la primera ronda de un torneo desde los Juegos Olímpicos de Río 2016, precisamente ante Del Potro. Esa victoria del argentino, memorable por su intensidad y la superioridad mostrada ante el entonces número uno del mundo, se grabó en la memoria colectiva como un hito. Del Potro, con su estilo de juego potente y su capacidad para dominar desde el fondo de la pista, representaba una amenaza distinta a la que Djokovic enfrentaba usualmente. Su victoria en Río simbolizó la posibilidad de derrotar al imparable serbio, una idea que antes parecía impensable.
La derrota ante Berrettini, aunque con un oponente diferente, revive ecos de esa confrontación histórica. Berrettini, con su potente saque y sus golpes profundos, presentó una estrategia similar a la de Del Potro, explotando las debilidades de un Djokovic que, según sus propias palabras, aún no se encuentra al cien por cien físicamente. El serbio reconoció que no estaba en su mejor nivel, admitiendo que su movilidad no es la ideal y que la edad comienza a pasar factura. Mientras que para algunos esta es una justificación, el hecho es que, sea por problemas físicos o por un cambio en la dinámica del juego, Djokovic ya no es la máquina invencible que alguna vez fue.
Desde su derrota en Río, Djokovic ha experimentado un declive, aunque gradual. Las lesiones, la fatiga y la competencia cada vez más feroz del circuito ATP han contribuido a que su dominio absoluto ya no sea tan evidente. La victoria de Berrettini, un jugador que anteriormente había perdido siete veces consecutivas contra jugadores del Top 10, y que rompió una racha de 0-4 contra Djokovic, subraya la creciente dificultad que enfrenta el serbio para mantener su posición en la élite.
El propio Djokovic se sinceró tras la derrota en Doha, admitiendo que “las cosas no son como hace 10 o 15 años”. Esta declaración, cargada de humildad y autocrítica, refleja un cambio en su perspectiva. Si bien sigue aspirando a los más altos logros, reconoce los desafíos que impone el paso del tiempo y la evolución del juego. El impacto de la era Del Potro, aunque aparentemente indirecta, sirve como un símbolo de este cambio de paradigma. Del Potro representó el surgimiento de una nueva generación capaz de retar a Djokovic, una posibilidad que antes parecía remota.
La derrota en Doha no significa necesariamente el fin de la era Djokovic. Sin embargo, sí sirve como un llamado de atención, un recordatorio de que incluso los más grandes pueden caer. Es una oportunidad para reflexionar sobre la evolución del tenis y la persistente búsqueda de la superación personal, en la que el legado de Juan Martín Del Potro, a pesar de su retiro, sigue inspirando y desafiando a la nueva generación de estrellas.