Familiares, amigos y colegas despidieron a Jorge Lanata en una emotiva ceremonia en el Cementerio Campanario Jardín de Paz. Un repaso por los momentos más conmovedores de la despedida del icónico periodista argentino.
El fallecimiento de Jorge Lanata conmocionó al país. Su legado periodístico, su estilo inconfundible y su valentía para desafiar al poder lo convirtieron en una figura icónica. Su despedida, realizada en la Casa de la Cultura porteña y posteriormente en el Cementerio Campanario Jardín de Paz en Florencio Varela, reflejó la profunda admiración y el cariño que generó a lo largo de su extensa carrera.
El velatorio en la Casa de la Cultura fue un mar de emociones. Desde la noche del lunes, una larga fila de personas, entre familiares, amigos, colegas y admiradores, aguardaron para despedirse. Los aplausos resonaron al llegar el coche fúnebre, un gesto que reflejó la admiración y el respeto por su trayectoria. Entre los presentes se encontraban figuras destacadas del periodismo como Ernesto Tenembaum, María O’Donnell, Eduardo Feinmann, Nicolás Wiñazki y muchos más. Cada uno compartió recuerdos, anécdotas y reflexiones sobre el impacto de Lanata en el periodismo argentino.
Chano Charpentier, amigo cercano, recordó la generosidad y el apoyo incondicional de Lanata en momentos difíciles. La emoción se palpaba en el ambiente; una señora conmovida expresó que Lanata fue "un gran periodista", resumiendo el sentimiento general. Las conversaciones en la fila se centraron en sus programas más emblemáticos, sus columnas y sus entrevistas, destacando su irreverencia y su estilo único. Hasta Patricia Bullrich, con quien Lanata tuvo diferencias ideológicas, envió una corona de flores en señal de pésame.
El acceso al velatorio fue cuidadosamente controlado, priorizando a familiares y allegados. Sin embargo, se permitió el ingreso de seguidores que habían formado una fila de hasta dos cuadras. La solemnidad del momento se vio interrumpida brevemente por un incidente, cuando una mujer irrumpió para protestar sobre el cambio climático, pero la situación fue controlada rápidamente.
En el salón principal, donde se encontraba el féretro cerrado, la tristeza y el cariño se combinaron. Una señora mayor, con un rosario en la mano, gritó con fuerza "¡Gracias, Jorge, por enseñarnos a no callar nunca!", un sentimiento que muchos compartieron. Al salir, las emociones a flor de piel se tradujeron en lágrimas, abrazos y la repetición de frases como "Era un gigante" o "Cambió mi manera de ver el mundo".
La segunda jornada del velatorio, reiniciada a las 7 de la mañana, mantuvo la misma intensidad. Se sumaron más personas a pesar del corte de la Avenida de Mayo por la carrera San Silvestre, mostrando la magnitud del impacto de Lanata. Los aplausos y los gritos de "Gracias Lanata" o "Grande gordo" se entremezclaron con los pasos de los corredores.
La llegada de la esposa de Lanata, Elba Marcovecchio, y sus hijas, Lola y Bárbara, estuvo llena de emoción. Su salida del velatorio, bajo una lluvia de aplausos, fue un momento especialmente conmovedor. El cortejo fúnebre, seguido por familiares, amigos y un número importante de personas que quisieron acompañar al periodista en su última morada, partió hacia el Cementerio Campanario Jardín de Paz.
El entierro, realizado entre aplausos y una profunda emoción, marcó el final de una ceremonia que reflejó la vida intensa y el legado imborrable de Jorge Lanata en la Argentina. La multitud que lo acompañó hasta su última morada evidencia la profunda huella que dejó en el periodismo y en la sociedad.