El futbolista desconocido que ganó el Balón de Oro a Cruyff y Beckenbauer: una velocidad de vértigo
En 1975, una de las mayores sorpresas en la historia del Balón de Oro sacudió al mundo del fútbol. Oleg Blokhin, un talentoso mediapunta ucraniano, se alzó con el premio, dejando atrás a dos de las figuras más icónicas de la época: Johan Cruyff y Franz Beckenbauer. Su victoria, con 122 puntos de los 130 posibles, eclipsó a los dos grandes del fútbol mundial, quienes obtuvieron 42 y 27 puntos respectivamente.
Blokhin nació en 1952 en Kiev, Ucrania, y comenzó su carrera profesional en el Dinamo de Kiev en 1969. Su zurda era su arma letal, aunque solía jugar a pierna cambiada en la banda derecha. Con el Dinamo, conquistó siete títulos de liga soviética, cinco copas de la Unión Soviética y dos Recopas de Europa, demostrando su calidad en el ámbito internacional.
Las comparaciones con Cruyff eran inevitables. Ambos compartían una estatura similar (1,80 metros) y deslumbraban con cambios de ritmo sorprendentes, además de una personalidad imponente dentro del campo. Su combinación con Vladimir Onishenko convirtió al Dinamo en un equipo temible en Europa.
Blokhin brilló especialmente en la Recopa de Europa de 1975, donde lideró al Dinamo a la victoria sobre el Ferencvarós. Su gol en la final fue la guinda del pastel para consolidarse como el favorito al Balón de Oro. En el Olímpico de Múnich, en la ida de la semifinal de la Recopa, Blokhin protagonizó una acción memorable: arrancó desde el campo del Dinamo, recorrió toda la cancha y batió a Sepp Maier y a cuatro defensas rivales. En la vuelta, en Kiev, anotó dos goles más, sellando la clasificación. Incluso Hans-Georg Schwarzenbeck, defensa alemán que se había enfrentado a Cruyff, se rindió ante la habilidad de Blokhin: “Nunca he jugado contra un delantero tan fuerte en todas las facetas”.
Blokhin levantó su segunda Recopa en 1986, a los 33 años, en una final en la que el Dinamo venció al Atlético de Madrid por 0-3 en Lyon. Fue el tercer y último título europeo del Dinamo. Blokhin, autor de una vaselina a Fillol que quedó para la historia, fue una pieza clave en la victoria.
Su velocidad era uno de sus mayores atributos. Hijo de una excampeona de atletismo, Blokhin era capaz de correr los 100 metros lisos en 10,8 segundos, un registro excepcional para un futbolista.
El Bayern de Múnich, cautivado por su talento, intentó ficharlo, pero las tensiones internacionales de la Guerra Fría impidieron su traspaso. “Pagaríamos un millón de marcos en metálico sin dudar, pero nunca saldrá de la URSS”, afirmaron desde el Bayern.
Blokhin, a los 35 años, finalmente abandonó la URSS y se marchó a Austria para jugar en el Vorwärts Steyr. Posteriormente, jugó en el Aris Limassol de Chipre, donde colgó las botas.
En 1990, inició su carrera como entrenador en el Olympiacos. En 2003, dirigió a la selección ucraniana, la llevó a su único Mundial en 2006 y regresó para la Eurocopa de casa. Tras dos temporadas en el Dinamo de Kiev, volvió a la federación ucraniana como agente estratégico y luego como organizador del equipo.
La historia de Oleg Blokhin es la historia de un jugador extraordinario, con una velocidad y talento excepcionales, que desafortunadamente estuvo limitado por el contexto geopolítico de la Guerra Fría. Su legado se mantiene vigente: un Balón de Oro ganado en una época dorada del fútbol, una velocidad vertiginosa y un nombre que merece ser recordado.