La disciplina ha dado un giro interesante en los últimos años al reconocer que la identidad social de quien la ejerce influye en su discurso y aborda cuestiones políticas en sí mismas. Un buen ejemplo de esto son los discursos de odio, que reflejan las tensiones y prejuicios existentes en una sociedad. En el pasado, la disciplina solía ser vista como algo objetivo, separado del individuo que la ejercía. Sin embargo, cada vez más se reconoce que la identidad social de quien la practica puede influir en su perspectiva y en cómo se abordan ciertos temas. En el caso de los discursos de odio, la identidad social del emisor puede ser un factor determinante en el contenido y tono del discurso. El racismo, la homofobia, la xenofobia y otros prejuicios se manifiestan a través de este tipo de discursos, que no solo expresan opiniones personales, sino que también reflejan y perpetúan desigualdades y estereotipos. Es importante tener en cuenta que los discursos de odio no solo afectan a las personas directamente afectadas por ellos, sino que también contribuyen a crear un clima de tensión y violencia en la sociedad en general. Por eso, es fundamental abordar estos discursos desde una perspectiva política, reconociendo que son cuestiones que afectan a toda la sociedad y que requieren acciones y políticas concretas para combatirlos. Además, es esencial entender que los discursos de odio no son simplemente expresiones de opinión protegidas por la libertad de expresión. Estos discursos incitan al odio, promueven la discriminación y atentan contra los derechos fundamentales de las personas. Por lo tanto, deben ser confrontados y condenados enérgicamente por parte de la sociedad y las instituciones democráticas. En conclusión, la disciplina ha dado un giro al reconocer que la identidad social de quien la ejerce influye en su discurso y aborda cuestiones políticas. Los discursos de odio son un claro ejemplo de esto, ya que reflejan los prejuicios y desigualdades presentes en una sociedad. Es importante abordar estos discursos desde una perspectiva política y tomar acciones concretas para combatirlos, en lugar de considerarlos simplemente como opiniones protegidas por la libertad de expresión.