En un contexto político donde los candidatos a la Presidencia se rodean de equipos multidisciplinarios y promueven reuniones grupales para debatir ideas y propuestas, existe un candidato que se destaca por su estilo totalmente opuesto. Empresarios, operadores políticos, ex funcionarios del gobierno de Menem y Cavallo, y expertos en finanzas conforman su círculo cercano, pero este líder elige eludir las reuniones masivas y opta por establecer contactos bilaterales para coordinar la campaña y planificar un eventual gobierno. Este personalismo en la forma de liderar genera controversia y divididas opiniones. Los defensores argumentan que se trata de una estrategia eficiente, ya que permite abordar los problemas de manera más directa y personalizada. Además, afirman que el candidato cuenta con un amplio bagaje de contactos y experiencia, por lo que su enfoque individualizado en la toma de decisiones es justificado. Por otro lado, los críticos señalan que esta forma de liderazgo puede limitar la participación y el intercambio de ideas dentro del equipo. Al no haber reuniones grupales, se corre el riesgo de que existan vacíos de información y que no se logre una visión integral de los problemas y soluciones. Además, resaltan que el personalismo puede generar desconfianza en aquellos que no forman parte de su círculo cercano. En definitiva, el liderazgo personalista de este candidato a Presidente hace eco de su carácter individualizado y su preferencia por los contactos bilaterales. Mientras algunos lo alaban por su eficiencia y capacidad de toma de decisiones, otros cuestionan su falta de apertura y su potencial limitación en la construcción de un equipo de gobierno diverso y colaborativo. Sin duda, este estilo de liderazgo seguirá siendo tema de debate en el ámbito político y será objeto de evaluación durante y después de las elecciones.