Dice que está atravesando la etapa más madura de su vida y que eso se debe al nacimiento de su hija. Después de lanzar su tercer álbum solista, el multidisciplinario artista reconoce estar más interesado en la música que en la actuación, asegura que arriba del escenario se siente protegido y confiesa: “Este disco es súper partner, mi intención es que den ganas de bailarlo”.
“Desapego” es uno de los temas del disco El increíble cool, el nuevo juego creativo de Mike Amigorena, con el que inicia este mes su primera gira nacional por Rosario, Mendoza, Córdoba, La Plata y Buenos Aires. Él mismo aclara que le resulta fácil desapegarse por su naturaleza inquieta. Pero, al mismo tiempo, cuando algo le sale de forma natural, lo sostiene y lo hace crecer casi sin darse cuenta. Un ejemplo de eso es el camino que construyó como músico.
La música lo atrae desde sus ocho años. Cuando era chico, le gustaba cazar sonidos, imitar voces, dejarse llevar por los laberintos de las canciones de los ochenta. Más tarde formó bandas como Ambulancia, Mox y le dio vida a tres discos como solista. Y en el medio, estrenó obras, grabó series con roles protagónicos (como La mente del poder, creación de TNT y Flow que estrenará próximamente), desarrolló experiencias gastronómicas como Mik3poccard y hasta diseñó una línea de vajilla con su sello.
Hoy en día, además, sigue con proyectos como Jubilandia, banda con la que da shows en geriátricos, y tiene su sección en el cierre de Bendita. Sus melodías invitan a viajar por caminos inciertos y surrealistas; son pegadizas y livianas, como el estado en el que se siente hoy en su vida.
Una tarde de viernes prendió la cámara del zoom, y desde su cocina, un lugar que ama frecuentar, contó más sobre su nueva obra musical.
–Charlamos por una nota en 2020. Desde ese momento hasta hoy, ¿qué cambió? ¿Qué va mejor?
–Todo está mejor, porque en 2020 llegó Miel a mi vida. Un hijo tiene un componente vital: que nunca más estés mal, porque estás dispuesto a aprender 24/7 y eso te convierte en otra persona. Interviene en cualquier disciplina que hagas. No es para nada fácil, pero es llevadero, te va formando como un individuo. El hijo en mi caso fue como una tesis, tengo 52 años y siempre me gustó ser un padre más grande. En estos últimos cuatro años hubo mucha vida transitada, que antes no iba por esos senderos. Este disco está mucho más maduro que el anterior, y como actor también me siento así.
–¿Hay alguna similitud entre "El increíble cool" y el increíble Hulk?, ¿o es pura coincidencia?
–Quise jugar con el nombre, hay una similitud con la historieta, pero no es que me pasa algo con la fuerza, o que soy un monstruo o una bestia, sino que este es como un superhéroe. Fue un adorno que tiene que ver conmigo, por esta transformación que se dio en mi vida. Y la palabra “cool” viene de liviano, de fresco.
–Yendo al arte de tapa, ¿cómo llegó Alejandro Ros a esa síntesis entre tu cabeza y un zapato de taco alto?
–Tenía en la cabeza una imagen de mí vistiendo un stiletto. Pero requería de una producción de fotos, de generar un ángulo, tener un zapato bueno como ese; entonces Ale me propuso diseñar una especie de logo. Al principio me chocó, pero al mismo tiempo dije: “¡Qué práctico!”, porque no se ve mi cuerpo, no juego con mis facciones, es simplemente una foto de perfil. Decía tanto la foto que me gustó.
–¿Qué te gustaría que se imaginara la gente al verlo?
–Me parece que hay una dualidad de la elegancia, la feminidad, la moda, la tendencia, y que también es un disco joven, compañero, fresco, que te acompaña en un viaje, ideal para escucharlo y ponerte a cocinar, a limpiar tu casa, o en un predance, o un after. Este disco es súper partner, mi intención es que la gente lo ponga en su playlist y que a todos los acompañe en sus desafíos, sus tránsitos, sus paseos; que den ganas de bailarlo, cantarlo.
–Hay una canción que dice: “All the night, es lo que hay, lemon pie”. ¿A qué viene esa asociación?
–“All the night” viene del latiguillo de el Gigoló (N. de la R.: Javier Bazterrica). Esa frase me quedó; hice un paralelismo entre el Gigoló, el lemon pie y Gualeguay. Una dicotomía, una paradoja, como tirarles margaritas a los chanchos. Es un poco autorreferencial: yo era monaguillo y un indio al mismo tiempo; me echaban de todos los colegios. Era monaguillo por curiosidad, porque mi madre era muy devota y yo lo tomaba como un programa, una travesura, me robaba las hostias y las comía en la plaza. Y una manera de ser indulgente, o que sean indulgentes conmigo. Haciendo eso, estaba protegido: “Mi mamá no me va a decir nada”.
–Como que estabas santificado.
–Sí, esa cosa de impunidad.
–Hoy en día, ¿en qué podrías decir que creés fielmente?
–Solo confío en la consecuencia o la repercusión de tus acciones. No soy muy creyente. Soy católico, nací en un seno católico en Mendoza, pero nunca la profesé a la religión, nunca me llenó.
–Hay varios Mike en Mike, ¿el actor y el cantante se alimentan de lo mismo o funcionan como mundos distintos adentro tuyo?
–Es todo lo mismo. Es un cuerpo, un instrumento que uso para diferentes disciplinas, pero siempre fui mucho más permeable para la música que para la actuación, me resulta más natural. Me intrigan más los cantantes, tengo más data de música que de cine o teatro. Pero es lo mismo, es cambiar de disciplina para darle lugar al juego creativo.
–¿Qué escuchaste esta semana? ¿Qué sonó en tu playlist?
–Still Woozy, Álex Anwandter. Soy muy random, me gusta poner algo y que esa misma playlist me lleve a andá saber dónde. El electropop hoy en la Argentina tiene mucha preponderancia. Miranda!, por ejemplo, fue genial cómo se reinventó con el último lanzamiento; Álex Anwandter, Silvestre y La Naranja. Es un sonido emergente que está muy al alcance de la mano, a mí me encanta.
–Ya presentaste el disco ante distintos públicos, ¿con qué te quedaste después de haber tocado?
–La repercusión del público es mucho más amplia y consistente, porque el sonido es más adulto, estoy mejor parado. Tiene cinco años de elaboración este disco, es prepandemia, y está atravesado por mi paternidad, entonces llega de otra manera. A la hora de tocarlo me siento mucho más contenido, por los arreglos, las melodías, las letras. El escenario me da lo mismo que me da el monaguillo: hay un poder, una impunidad, una membrana protectora. Cuando bajo, me siento protegido. Entonces disfruto muchísimo lo que hago después, sea una copa, una comida, la reunión con los seres queridos. Hay un relajo enorme que me mantiene suspendido. Como que “terminó esa misión”; como aquel bombero que apaga el incendio y vuelve a su casa.
–En la canción “Chacarita”, hablás de un recorrido por el barrio. ¿Cuál es tu circuito preferido?
–El circuito que manejo es Newbery, Olleros, Corrientes, Álvarez Thomas, Lacroze. Ando por el barrio, soy de ahí. Me voy a comer a Guchito, a Lutero, a Donnet, al Pollo Rico, que es un restaurante peruano al que voy desde 2010. Voy mucho a Bar Guevar, que vivo enfrente, a Artlab cuando me invitan. Es precioso ese lugar.
–Hablando de gastronomía, tu tierra natal es Mendoza, ¿vas seguido? ¿Qué te pasa cuando vas?
–Voy seguido, estuve hace poco, voy a ver a mi madre, hermanas, sobrinos, a cargarme de energía, a ver amigos. Voy a la montaña, a Potrerillos. Este viaje fue más interno, estuve mucho con mi madre, esa dosis necesaria.
–Si tuvieras que elegir instantes de mucho goce en tu vida, ¿cuáles serían?
–Nada se compara con comer solo, mirando a la gente pasar. Porque no hay estrés, es solamente el disfrute de tener tiempo. A esta altura de mi vida, eso para mí es lo más lindo, tener tiempo para perderlo en cosas que me gustan: cocinar, ir a comer.
–En tu experiencia Mik3poccard explotás ese lado gastronómico.
–Sí, ahí cocinamos con Carolina Poccard, e intervengo los platos con canciones. Me encanta la cocina. Hace poco hicimos pan brioche, con salchicha parrillera a modo de pancho, y humita, y ese plato lo sirvo cantando “Babé”, una canción de mi segundo disco.
–Tenés varios proyectos vinculados a la música: con Jubilandia vas a cantar a geriátricos. ¿Qué te moviliza de eso?
–Siempre vamos con clásicos, zambas, tangos, con esos que hacen que el abuelo se sienta identificado y la pueda cantar. Se genera una simbiosis, un agradecimiento por parte de ellos, y un alimento para nosotros, que refuerza esa membrana de la que hablaba, que siento cuando toco.
–¿Hay alguna frase de este último disco que sientas que te representa ahora mismo?
–“De repente el triunfo y el fracaso caben en un vaso, siempre del abismo, vas a estar a un paso”, ese es un pasaje de “Desapego”.
–¿De qué sentís que te tuviste que desapegar?
–Desapegarme es algo de toda mi vida. Tenés que desapegarte de todo.